Muerte por Amor
octubre 21, 2008
En una oscura y húmeda callejuela a altas horas de la entrada noche, una mujer muy bella iba caminando sola, por esas calles empedradas en las que sumergía sus pensamientos y en las que quería ver su reflejo; iba ataviada con un gran vestido de gala, con bordados, y piedras preciosas que se cubrían por una capa negra, que ocultaba desde el color de su cabello hasta la punta de sus pies.
No importaba si pisaba un charco y ese lodo la ensuciaba, no pretendía nada. Sólo caminaba y pensaba. El frío del otoño hacía que se perdiera entre la húmeda neblina que oscurecía más su cabello, como las lágrimas que iba derramando al hacerce presa de un pasado, de un dolor… su cara (ella pensaba) era cómo una máscara, un disfraz, como si en alguna ópera hubiera estado, enmarcando sus labios rojos y sus lágrimas negras causadas por su mismo maquillaje.
Lo único que se escuchaba esa noche era el eco de sus pasos… y en eso, dentro de un parque, voló un ave, un ave de color negro y salvaje; era un cuervo y su aleteo, despabiló su mirada y descubrió su faz, al quitarse la capucha de esa capa, dejando enmarcada su blanca y mortecina piel al reflejo de la luna…
El cuervo croaba, pero ella no sabía lo que decía, no le entendía, la veía con recelo, lujuria y pasión, como un ardor enfermizo… y ella hipnotizada por esa mirada encarnada en el propio fuego del averno lo miró y se enamoró de él, sin saber el cómo, ni el porqué.
Su misma mirada brillante lo atrajo hacia ella y él se posó sobre su hombro izquierdo, ya no se escuchaba nada más que el silencio en esa noche oscura y fría de otoño.
En ese instante, el cuervo, con su afilado pico, le quitó la capa, haciéndola trizas y acabando en el suelo, vió sus lindos hombros desnudos, blancos como la leche y quiso darle un beso; más no pudo, y así enterró su pico en su cuello, y mientras la sangre salía a borbotones, el mismo cuervo se estusiasmó más y con su mismo instinto animal y sin piedad, clavó sus garras en ella, y su pico en una de sus clavículas, para así, alimentarse de la sangre de una mujer que lo amaba, penetró en su carne, y con tanto dolor, ella murió, sin decir una sola palabra…
Ya que el cuervo se alimentó con su sangre y se comió su corazón, lleno de amor por él… la dejó muerta y sola. Nadie supo que pasó con ella, pero si pasan por esa antigua avenida de Londres, todavía se escuchan los pasos de aquella dama que se conjugan con el aleteo de un ave nocturna, una que desapareció también, una que se fue a su mismo infierno, dónde se confundió con el fuego de sus ojos y la oscuridad de esa noche, en la que mató, a la única mujer que amó, por desesperación y ambición.
Aquella a la que se unió y con la misma que en un charco de sangre desapareció.
octubre 24, 2008 at 4:15
En dos palabras «IM-PRESIONANTE» (Jesulín dixit).
La narración de acontecimientos también es uno de tus puntos fuertes. El relato es conmovedor. Casi lloro de pena por los dos.
P.D.: Como dama inglesa, te salvas, por ser tú. Pero cualquier otro/a…
octubre 24, 2008 at 18:57
Yo lloré por ellos dos, fue de tal manera y tan desgarrador el sentimiento y la pasión que no lo pude contener.
Gracias por tus halagos, como siempre es un placer que dejes comentarios.
Y sí, como dama inglesa me salvo, pero por otros, no hablo…
noviembre 1, 2010 at 7:07
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