These Days

abril 26, 2015

I was walking around, just a face in the crowd
Trying to keep myself out of the rain
Saw a vagabond king wear a styrofoam crown
Wondered if I might end up the same
There’s a man out on the corner
Singing old songs about change
Everybody got their cross to bare, these days

She came looking for some shelter with a suitcase full of dreams
To a motel room on the boulevard
I guess she’s trying to be James Dean
She’s seen all the disciples and all the «wanna be’s»
No one wants to be themselves these days
Still there’s nothing to hold on to but these days

These days – the stars seem out of reach
These days – there ain’t a ladder on the streets
These days are fast, nothing lasts in this graceless age
There ain’t nobody left but us these days

Jimmy shoes busted both his legs, trying to learn to fly
From a second story window, he just jumped and closed his eyes
His momma said he was crazy – he said, «Momma, I’ve got to try.
Don’t you know that all my heroes died?
And I guess I’d rather die than fade away.»

These days – the stars seem out of reach
But these days – there ain’t a ladder on the streets
These days are fast, nothing lasts in this graceless age
Even innocence has caught the midnight train
And there ain’t nobody left but us these days

I know Rome’s still burning
Though the times have changed
This world keeps turning round and round and round and round
These days

These days – the stars seem out of reach
But these days – there ain’t a ladder on the streets
These days are fast, love don’t last in this graceless age
Even innocence has caught the midnight train
And there ain’t nobody left but us these days

These days – the stars seem out of reach
These days – there ain’t a ladder on the streets
These days are fast, nothing lasts
There ain’t no time to waste
There ain’t nobody left to take the blame
There ain’t nobody left but us these days

Lluvia

julio 20, 2012

Lo más extraño de encontrar una fotografía antigua es cuando de repente vas caminando por alguna calle y ves la misma imagen, la sientes, la olfateas, tus intestinos se contraen y las pupilas se dilatan.

Lo peor es que te habías ido y no recordabas aquel lugar.
Lo peor era haber regresado para reencontrar memorias olvidadas, que siguen intactas, incorruptas por el tiempo, pero escondidas en tu subconsciente.

Ya no estás, ahora tan sólo te quedan las fotografías y el saber de dónde proceden.

Espiral

enero 26, 2011

He despertado de la realidad; encuentro la calefacción encendida y el aroma de rosas rojas… hay velas chorreando cera en el cuarto… la luz tintineante de sus flamas hace que cierre los ojos antes un tipo de hechizo…

Cuando abro de nuevo los ojos escucho el ruido impertinente de la lluvia; descalza voy hacia la ventana y veo árboles y todo el jardín cubierto por rocío, lluvia, ángeles caídos; no lo sé.

El cielo está gris y sigue lloviendo. Tomo ropa la acomodo en una maleta, me recojo el cabello, tomo dos libros y un cuaderno, mi agenda y sin quererlo y sin saberlo sonrío.

Hace años que no veía esto, tan sólo lo escribía… ahora lo vivo; sin embargo escapo…

Me encuentro con poemas, con musas danzantes, con música que me hace seguir recordando, recordar lo que había perdido… lo que estoy encontrando. Veo que el llanto ha purificado; ha despejado la niebla de la inconformidad y del desapego, con esas gotas se han ido los pensamientos reales y han vuelto los sueños, los recuerdos y la lluvia, lás lágrimas se confundieron y cayeron enterradas en un espacio ya desaparecido.

Hoy miro al jardín, y no está seco como lo estaba antes; hoy no… ya no.

Sigo alistando mi viaje, no sé hacia dónde, pero me llevo palabras, aliento, coraje, pensamientos y recuerdos en esa maleta y es lo más valioso y ahora no lo perderé. Es una gran parte de mí.

Hoy desperté de esa pesadilla por fin; he despertado de la maldita realidad y voy en busca de hadas, de sirenas y de lunas, de otros climas, voy buscando aquí y allá, voy queriendo que mi rostro se empape y voy deseando que tus besos sean míos y de nadie más…

Las velas quedan encendidas y yo cierro la puerta… siento la lluvia y miro hacia atrás queriendo regresar, pero no dejando esta que es mi vida.

A ti, romántica surrealidad…

 

En toda la vida de B no había habido marcas tan notables como las que ahora sentía, esas que la laceraban. Las preguntas hacia sí misma, los recuerdos y las comparaciones.

La vida notablemente había cambiado en todos sus ámbitos. El entorno no era el mismo, ni la ciudad, ni su cabello. Ya no tomaba las copas de vino o whisky como antes. No disfrutaba del conocer a nueva gente. De momento todo era un torbellino, o más bien un huracán y ella se encontraba dentro; en el ojo.

A su alrededor veía libros girando, cuadros de Monet, de Manet, de Van Gogh, pero lo que más la perturbaba eran las imágenes de relojes blandos de Dalí. El Conejo Blanco de Alicia, los árboles que ahora ya no existían más que en su imaginación y la idea de este Ícaro en la Luna, de Nephilim, de Bartleby.

La impotencia sin dolor, sin lágrimas; viendo lo que había sido, lo que había aprendido y lo que había vivido. Cómo ahora lo que él le había dicho la perseguía constantemente en las sugestiones de los demás. Sus celos hacia los libros de filosofía, el cine, el teatro, las fotos, la cama deshecha estando juntos. Las fiestas inacabables. El no contar las horas. El contar sólo con un reloj que él tenía tatuado en el pie derecho. Y la imagen borrosa de un director de cine, de un director de teatro, de su mejor amigo, de su amante, de su hermano, de su igual; esa imagen que se entreveía en el reflejo de un cristal empapado por gotas de lluvia, en los ventanales de una librería donde compartieron una botella de vino tinto barato porque preferían comprar más libros que vino y chocolates. El recuerdo de que ese día fueron los últimos en salir quedándose por horas jugando por los tres pisos leyendo en la alfombra, resguardándose de ese frío en una noche de otoño.

Habían pasado tantos años que B ni siquiera lo había notado, por su vida existían otros hombres, otros países, otros caminos, pero nunca nadie la había marcado de esa forma. El argentino que le regaló ese Merlot, esa vela de fuego y esas rosas hechas cenizas había desaparecido. El hombre que la había encantado y no de una manera coloquial ya no estaba con ella. No de la mano, ni en el teléfono, ni al otro lado de la computadora. Tampoco en la estación de autobuses, en el aeropuerto o fuera del metro esperándola siempre con regalos. Porque todas las veces que se veían él le daba regalos y no importaba lo caros que fueran, sino el detalle… algunos comprados, otros hechos a mano por el titiretero. Él movió sus hilos, la hizo girar y reencontrarse con ella misma y con todas las que había en su interior.

Con el paso de los años B se percató de que él tenía razón. No debería de bajar la cabeza, ni hacer menos su talento. Nunca por nadie, por muchas envidias que le tuvieran, siempre alzar la voz junto con la mirada. B estuvo a punto de casarse, B viajó por muchos países, B se mudó en distintas ocasiones y tuvo variedad de personalidades junto a ella. Pero si amó a alguien no se podría decir. Sólo bastaba con escucharla hablar de lo que había vivido con él. De las fiestas, de sus perfumes, de los fuegos artificiales, de la Chica Voodoo, del cine, del Surrealismo, del Impresionismo, y de quien le dejaba mensajes en servilletas siempre dentro de los libros que ella leía para encontrarlos a modo de sorpresa. Quizá era su alma gemela, aquél a quien le decían que era un ególatra, un ser déspota, un elitista. Para ella fue quien la marcó de por vida, y ahora miraba hacia atrás y aunque estaba sola se sentía feliz de haberlo conocido, de haber compartido tanto y tan poco con él. Los demonios ya no la perseguían, pero a veces lo echaba de menos.

No tenía quien fuera al cine con ella, o aguantara sus maratones de filmes, los surrealistas, los expresionistas, los de Tim Burton y leer a Camus, a Shakespeare o a sí mismos. Hacer el amor no era lo más importante. Lo importante eran las conversaciones, el dormir abrazados sin píldoras, el descansar en brazos uno del otro, el poder cantar hasta las tantas y a escondidas. Las borracheras de estudiantes perdidos en los abismos de sí mismos.

La sensación de comfort que daba esa unión, esa presencia, saberse cuidada, pero no en tan alta estima, no haber entendido en esos momentos un «TE AMO» o un «TE ADORO», ahora lo veía con un poco de recelo y sus ojos se entrecerraban, sentía que estaba en la casa de los espejos, en un carrusel, pero ya no tenía la mirada triste.

Había entendido que lo que pasaba ahora era su vida y no le pertenecía a nadie. Era ella. Los cumplidos los guardaba en sus entrañas queriendo abrazarlo, como la última vez que lo escuchó al otro lado del teléfono. No sabía en dónde esaría él o ella. Quizá en la misma ciudad, quizá esto era un sueño más, o un despertar. Las madrugadas eran la peor parte, pero ya había pasado y el café había quedado atrás. Como el vino que se derramó tantas veces en aquella alfombra y las ojeras de un candor sexy que despertaba el interés de algún intelectual.

Mortal; una línea los separaba. La muerte y la genialidad. El gris siempre y en diferentes idiomas.

B ahora recordaba, sintiendo el aire frío que la rodeaba y viendo cómo alzaba el vuelo de nuevo.

Era un nuevo día, otra vida, y B abrió los ojos y miró el puente, el vacío que él le dejó, pero siguió con su camino, hasta llegar a su casa y ver la Vela de Fuego no consumida, su muñeca, los libros que él le había regalado y que tomaba como amuletos de la buena suerte, y el aroma de las cenizas de 8  rosas rojas la inundó.

Todo era una espiral. Eran Morne y Jikan. Eran Nephilim y Vampiresa. Eran los Surrealistas, los elitistas, los depresivos. Los maniacos, eran aquellos instantes; los padres de Lilith y quienes querían aprender a hacer cine, ella escribiendo y él dirigiendo, ella fotografiando y él regañando a los actores, burlándose de los demás…

Eran los que vivieron juntos, los que preferían tomar capuccino con amaretto, los que bebían y bebían… hasta consumirse. Ella era su muñeca, él era a quien no se le ponían etiquetas. B  estaba sola en esa habitación, bebía un sorbo de esa copa y recordaba. B no sabía en dónde estaba, pero sabía lo que quería, sin embargo en ese momento como en muchos otros más lo hubiera querido compartir con él…

¿Sueño o Pesadilla?

octubre 7, 2010

Y la señorita sentada, desnuda entre las sábanas se fuma un cigarrillo y piensa en lo que dejó atrás. Mira el buró a su lado izquierdo, reconoce las frascos de perfume en miniatura y una colección de libros antiguos que son un regalo.

Mira un reloj de bolsillo que está descompuesto. Y se encuentra con su imagen en un espejo para bolso.

No se había percatado del rastro que las lágrimas dejaron en su rostro, ya que salieron de sus ojos por incontables horas, y ahora su piel parecía marchita y con manchas negras, a causa del maquillaje corrido, de los desvelos, del miedo, de la angustia y de lo que había sufrido.

Había pañuelos desechables por toda la habitación y aunque no había dormido, parecía apenas estar despertando de un largo letargo. No entendía qué o porqué habían sucedido las cosas de esa manera.

No tenía recuerdos, ni flores, ni rosas, todo lo que llenaba estantes, y muebles en la habitación, era un cúmulo que sólo hacía sopesar el vacío, la soledad y el frío con sabor a muerte.

El humo la inundaba , hacía que sus facciones y su mirar fueran borrosos, las lágrimas brotaban, tanto y tan pesadas, que escurrían por sus senos y de sus senos a las almohadas…

Por la ventana se vislumbraba la noche; no había estrellas, ni nube alguna; parecería que todo afuera estaba muerto, sin vida…

Apagó su cigarrillo en el cenicero que se encontraba en el piso junto a una taza que contenía restos de té todavía, de días pasados quizás.

Y miró un cajón que no había visto antes, en el mismo buró.

Se destapó y sintiendo el frío que calaba más allá de su médula, se puso de rodillas mientras abría el cajón, y encontró un portaretratos. Era minúsculo, pero muy lindo. Lo miró con detenimiento, y sonrió.

La imagen que había en el portaretrato se asemejaba mucho a un sueño que tuvo, una ilusión. Pero seguía sintiendo ese vacío en la oscuridad, y ese frío… y más en el suelo, así que se levantó y con sus piernas temblorosas tiró la taza que quedó hecha añicos, varios de los cuales se incrustaron en sus pies y por el estrépito dejó caer el portaretratos.

No podía contener la sangre que manaba de sus plantas, fue al cuarto de baño y trató de limpiar la sangre y las heridas para que no existiese una posible infección. Pero en su mente tenía ir por el portaretratos que había soltado en el acto, y ni siquiera puso vislumbrar en qué parte había caído.

Cuando regresó a la habitación, y buscó el portaretratos no estaba, estaban las manchas de sangre, las astillas de la taza y las colillas de cigarrillos, pero por ningún lugar se veía rastro del portaretrato.

Buscó y buscó, pero no encontró nada; de hecho sus nervios hicieron que empezara a sudar a causa de una fiebre que en ese momento había adquirido. Hasta que entre el cansancio y desvaríos quedó desmayada, desnuda y tendida en el frío suelo de la habitación.

Cuando recuperó el conocimiento y pudo abrir los ojos, ya no sentía frío, estaba en una cama y había flores, parecería que era la misma habitación, aunque ahora había más luz y encontró el mismo buró con el cajón en su lado izquierdo. Por impulso lo abrió, sin interesarle qué había pasado o quien la había acomodado ahí.

Y encontró el tan ansiado portaretrato, pero estaba cara abajo, cuando lo tomó entre sus manos se percató de que no había ninguna foto, ni un dibujo, estaba vacío, y que en realidad, todo había sido parte de un mismo sueño, o quizá una pesadilla.

Un Trayecto

septiembre 11, 2010

Llevo una mochila con mi cámara y mi laptop. También una maleta con rueditas. Ambas negras. De la maleta va colgando mi cosmetic case, que es de un tono rosa claro y acero. Pesa bastante.

No tengo prisa, pero mi mente y los relojes hacen que corra.

Mi sobrino, me pregunta hacia dónde voy y cuándo regreso. Mi respuesta es un: No sé.

Se retrasa el autobus y sigo esperando, haciendo fila, parada con unos tacones que miden 10 cm y son de aguja. Los tacones de mis botas (que no guardé para ahorrar espacio, o si quieren saber la verdad porque me gusta cómo se me ven).

El sol es asfixiante. Al fin subo al autobús. Pero no puedo ver por las ventanas.

Enciendo el Ipod y no encuentro ni una sola canción que aligere el viaje, todo es recuerdo; todo es pensar, pesar.

Me lastima demasiado la luz que hay allá afuera. Tampoco puedo dormir.

Estoy perdiendo señal en el teléfono. Me siento incomunicada. El sol no se oculta. Calcina tanto mis ojos como mi piel.

Me mareo. Trato de ver el paisaje. Todo lo que alguna vez fue verde, ahora es café, amarillo. Todo está seco.

Paso por puentes y observo la vegetación, pero ya no está. Son mis recuerdos. Hacía años que no transitaba esa carretera. Y la mueca que mi rostro ofrece es no sé si a causa del sol, o de lo que (no) veo.

¡Tengo señal de nuevo en el teléfono! Pero no hay quien reciba mis mensajes o llamadas.

Empiezo a disparar, sí; empiezo a disparar.

A través del teléfono me tapo el rostro y veo el sol, su ocaso, las nubes, y cómo se esconde. Veo pinos y los cambios de color en toda aquella atmósfera.

No me percato de cuando entro a la ciudad, hasta que el cielo es gris, y una ligera llovizna empapa los vidrios del autobús.

Casi he llegado.

De repente suena el teléfono y veo que tengo un mensaje.

«Estoy aquí esperándote».

Y eso basta para que baje del autobús, con el reloj haciéndome correr aún más.

Preámbulo

julio 26, 2010

Luna llena, tu luz emergiendo de sus entrañas, el eclipse detrás de mi rostro… un beso ensangrentado; mordidas, sudor y más que saliva. LASCIVIA.

Hace un año…

May 8, 2010

Gabriel Figueroa

abril 25, 2010

¿Quién es Gabriel Figueroa? Se preguntarán muchos. Pues a mi parecer el mejor fotógrafo del cine mexicano hasta ahora.

Nacido en 1907 su obra más reconocida fue en la llamada edad de oro del cine mexicano.

Su fotografía en blanco y negro es reconocida por ciertas películas que ya son de culto, por nombrar a algunas: La perla 1945, Maclovia 1948, y Enamorada del mismo año.

Son destacadas sus composiciones con una gran carga estética inspirada en el movimiento muralista que se daba por esos mismos años. El Mexico de la post Revolución, con una notoria influencia Marxista, tomando de este movimiento un artículo para la enseñanza del pueblo, haciendo que estas obras fueran vistas por todo tipo de gente al ser pintadas en lugares públicos. Sus representantes más conocidos Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros sin dejar de mencionar a Jo sé Clemente Orozco, con quien tuvo una anécdota muy entretenida:

En el trabajo de Gabriel Figueroa encontramos una simbiosis entre pintura y fotografía, resultado de la combinación de la composición plástica y el movimiento y la luz.

Ejemplo de ello es la similitud del cuadro de José Clemente Orozco El réquiem en la cinta Flor Silvestre. Figueroa copió la composición exacta del cuadro, sólo que incorporó la luz, añadiendo así una perspectiva particular. Sobre este suceso se desprende la siguiente anécdota:

«…Copié una pintura -es la única vez que he copiado un cuadro-. Se llama «El réquiem», y representa la escena de un velorio. Es de noche; se ven dos velas en un cuarto y la gente está afuera en la calle.

Dolores del Río invitó a mucha gente a ver el estreno de la película. La casualidad hizo que me tocara sentarme junto a Orozco; cuando llegamos a la escena del velorio noté que se enderezaba un poco, le toqué la pierna, me incliné y le dije:

-Maestro, soy un ladrón honrado, eso es de usted, yo lo copié.

Él me miró y dijo:

-Sí, pero usted tiene una perspectiva que yo no logré. Quisiera que me invitara a verlo trabajar, para ver cómo logra esa perspectiva.»1

En la fotografía de Gabriel Figueroa vemos claramente los escorzos, claroscuros, perspectivas y una visión del paisaje mexicano que nos mostraba cielos saturados llenos de nubes, sombras, efectos surrealistas y mucho de un México que era soñado, como el que también era real; así como retratos de figuras del cine que han sido notablemente remarcadas como estrellas de la época del cine de oro en México: Pedro Armendáriz, María Felix, Dolores del Río y más.

Sus colaboraciones más destacadas de Gabriel Figueroa fueron con Emilio “El Indio” Fernandez, con quien hizo más de 20 películas, algunas ganando premios en Venecia, Cannes y Berlín.

Con John Ford hizo El Fugitivo 1947, ganando así el globo de Oro.

Con Jonh Huston hizo La noche de la Iguana en 1962 y obtuvo una nominación al Oscar por la mejor fotografía. Este filme está basado en la obra teatral de Tennessee Williams quien en el cine fue protagonizada por Richard Burton, Deborah Kerr y Ava Gardner. Fue filmada en 1963 en Puerto Vallarta México, y sus alrededores (Playa Mismaloya).

Con Luis Buñuel hizo siete películas entre las que destacan Los Olvidados 1951 y Nazarín 1958, con una semblanza bastante surrealista, dado el enfoque de dirección como creación de Buñuel; quien con Los Olvidados ganó un premio por el mejor director y mejor película en Cannes y cuyo filme ha sido nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

El filme se sitúa dentro de la línea del neorealismo italiano, haciendo un énfasis en la realidad, en los niños que viven y en lo que sería el futuro para muchos; tan sólo reflejándose en los rostros de pobreza, hambruna y desesperanza, siendo filmada en exteriores y mostrando los parajes marginados que nos daba una posguerra en el antiguo continente.

Como también se hace alarde al cine de la crueldad teniendo un llamado a Antonin Artaud por la consonancia que este mismo hacía en teatro; al mostrarnos la realidad de desvalidos lujuriosos, muerte y abandono. Con escenas saturadas de imágenes surrealistas Gabriel Figueroa hace de este filme un verdadero tesoro.

Permitiendo que así este filme ocupara el 2 puesto entre las 100 mejores películas del cine mexicano de todos los tiempos en el año 1994.

Su última pélícula de las 235 que hizo en 50 años de trabajo ininterrumpido fue Bajo el Volcán en 1985, trabajando con John Huston de nuevo.

Siendo una de las figuras más representativas de el cine, he de mencionar que fue cofundador del del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica de la República Mexicana junto con Mario Moreno Cantinflas y Jorge Negrete.

Así como también fue el ganador del premio nacional de bellas artes en 1971.

El falleciendo en 1997. Perdiendo así a un pintor de la realidad a través del celuloide, dejándonos marcas en sus libros de fotografía, en los ríos dónde se escuchan risas, en los prados donde los hombres montan a caballo y en los muros caídos de un México que era ignorado por tantos.

Durante cuarenta años, en compañía de otros hombres
igualmente apasionados en el oficio de inventar imágenes,
no he hecho otra cosa que delimitar la realidad entre las manos de una cámara fotográfica. Este privilegio excepcional me ha enseñado a conducir los sentidos
hasta el corazón de la realidad y constituirme en la mirada
de importantes inquisidores del alma humana

Gabriel Figueroa

Publicado en el programa: «De Todo un Poco»

en WKAT 1360 AM, Miami, FL.

Texto: Barbara Wall

Apariencias

julio 7, 2009

Una mueca ante la cámara.

Tu sonrisa fue olvidada.

Los días pasaron consumiéndonos.

La muerte aguarda.

Los ojos están escondidos tras mentiras negras.

Ocultos.

Pensamientos eliminados.

Deseos  (quizás) borrados.

Torre destronada. Destino Infatuo.

Amargura en ríos.

Consumida en un vaso de cristal ya quebrado.

¿Qué podría quedar?

El olvido es lo que más se ha de esperar.

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